1812 fue un año de definiciones en la corta historia de la revolución del Río de la Plata. Desde fines del año anterior el derrotero revolucionario había tomado un curso más moderado postergando para un futuro incierto cualquier definición política. Los partidarios del rey mostraban ser más tenaces de lo que algunos revolucionarios habían anticipado: lograron conservar Montevideo para la corona y sus ejércitos habían corrido al de Buenos Aires del Alto Perú. La suerte de la revolución en el Plata estaba en peligro. La sanción de la Constitución de Cádiz, que introdujo una reorganización completa de la monarquía hispánica, enfrentaba a los revolucionarios a un desafío mayúsculo. Si la aceptaban y juraban fidelidad al rey y la Constitución perdían la autonomía política que habían obtenido en mayo de 1810, si la rechazaban se arriesgaban a ser considerados en rebeldía por las autoridades españolas. Este dilema paralizaba al Primer Triunvirato y encendía la polémica con sus opositores, la Sociedad Patriótica y otros grupos radicales, que impulsaban una ruptura con la metrópoli. El telón de fondo de esta disputa política era la guerra. Los ejércitos de Buenos Aires se hallaban estancados en ambos frentes, la Banda Oriental y el Alto Perú y había sido expulsado del Paraguay. El Ejército Auxiliar del Perú se encontraba paralizado en un estado desesperante de indisciplina, liderazgos cuestionados, falta de recursos y escasez de armas. La política revolucionaria oscilaba al ritmo de los vaivenes de la guerra. La derrota de Huaqui en junio de 1811 promovió la liquidación del grupo político encumbrado al poder por el movimiento del 5 y 6 de abril de ese año. La mayoría de los miembros de esa facción fueron desplazados y en septiembre el cabildo de Buenos Aires erigió un Triunvirato para compartir el poder con la Junta Grande, que agrupaba a los representantes de los pueblos del interior del Virreinato. Una serie de conflictos entre ambas instituciones llevaron al Triunvirato a disolver la Junta en noviembre y poco después a expulsar a los diputados de la ciudad de Buenos Aires. El poder político quedó concentrado en Buenos Aires con exclusividad.

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